Galería Javier Silva | Valladolid

«Cepillar a contrapelo» es una expresión tomada del último ensayo de Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia, de 1940. Tal vez la tesis más conocida de este libro es aquella en la que Benjamin reflexiona sobre un cuadro de Paul Klee, el Angelus Novus, donde un ángel —al que apodó como «el ángel de la Historia»— vuela con el rostro girado hacia atrás, los ojos desorbitados y gritando.

Benjamin se sirvió de este cuadro para denunciar que el «huracán que arrastra al ángel, dejando un cúmulo de ruinas tras de sí», es lo que llamamos «progreso». El ángel de la historia mira hacia atrás, por muy extraño que nos parezca, porque es la única manera posible de mirar, puesto que el adelante, la afirmación de un lugar indeterminado al que nos conduce el «progreso», es un fetiche, un dios, una imagen, paradójicamente, imperceptible. Pero, ante la ilusión de que estamos vislumbrando un futuro concreto y que tal acción dará los frutos esperados, Benjamin recalcó que lo que estamos haciendo es despreciar el presente, indisolublemente unido a los estratos del pasado.

Esta reflexión por parte de una de las figuras más importantes del materialismo histórico podría verse como «arcaica» o «reaccionaria», pero es justo a la inversa: sólo puede transformarse el presente si se deja de ver el pasado como un cúmulo de etapas ya superadas. Frente a las promesas del porvenir, la tarea, en palabras de Benjamin, es la de cepillar a contrapelo.

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